En tierras castellanas discurre mi andar. Entre rastrojos y tierras de cultivo, corazón de Castilla, bajo un cielo azul luminoso, límpido. Es en la provincia de Ávila, donde las grandes cumbres de Gredos han dejado paso al campo de cereal, copado en las alturas por la esbelta figura del Milano Real.
De trigo y de cebada está tejida esta comarca y también de pueblos con pasado esplendoroso y futuro incierto. Como Madrigal de las Altas Torres, cuna de Isabel la Católica, capital de La Moraña, ciudad perdida y olvidada. Sus murallas la protegen de la nada, pues extramuros no hay nadie que la desee, salvo mente viajera interesada. Me adentro pues en La Moraña, en su quietud y en su magia, noble tierra de nuestra España.
Paisaje de La Moraña (Ávila) |
Ya he dejado atrás la importante ciudad de Arévalo, en otro tiempo despensa de Madrid la capital, donde se almacenaba el cereal para hacer el pan que combatía la hambruna del reino. Hoy sigue funcionando una harinera a pleno rendimiento, de las más grandes del país; esto y sus monumentos, entre ellos el Tostón, hacen de esta población próspera y sin fin.
A mis espaldas queda y el recorrido se aleja de la urbanidad. De aquí en adelante sólo campo y soledad. Una soledad acompañada, acompañada por recuerdos que vienen a mí, por aromas y colores en frenesí, acompañada por una fresca brisa matinal que curte la piel y te ayuda a olvidar. Y acompañada también por los topillos, omnipresentes, la plaga maldecida a mis ojos se hace presente. Corretean rápidos por los surcos de la tierra, aparecen por caminos y por piedras, valientes o inconscientes se detienen, indiferentes, ante uno. Mamíferos roedores, pesadilla de agricultores, están por todas partes, a cientos, a miles ó a millares. Esta circunstancia, por contra, no vendrá mal al cernícalo vulgar, al milano real y a otros tantos que de ellos cuenta darán. Observo a un milano cazar uno en picado, mas como ya empachado, lo suelta de sus garras en vuelo retomado. Son atentas grajas quienes festejan el alimento regalado.
Un tanto sorprendido y reflexionando sobre ello me dirijo a pie hacia unas ruinas que diviso a lo lejos. Será que no es alimento sino presa de macabros juegos, el topillo digo. Tal es su número, su incremento, que lo dejan para luego. La duda va conmigo...
Topillo |
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